VÍCTOR VALDÉS
"ME ENCANTA LA SOLEDAD"
EL PORTERO DEL BARÇA NACIÓ AL LADO DEL CAMP NOU. EL CLÁSICO CUENTO FELIZ DEL NIÑO CULÉ. HA SUPERADO LA PRESIÓN QUE IMPONE EL PUESTO Y EL CLUB CON FIRMEZA Y ELEGANCIA.
Sinceramente, cuando era un niño no quería ser portero. Me tocó serlo por circumstancias del destino y contento estoy".
Y ahora, cuando es un joven consagrado haciendo aquello que no le gustaba, todavía dice que no le gusta eso de colocarse bajo la inestable protección de tres palos: dos verticales, no muy altos, y uno largo y horizontal que los une. Pero el barcelonismo ya se ha acostumbrado a ver a Víctor Valdés Arribas (nacido el 14 de enero de 1982 en L'Hospitalet, o sea al lado casi del Camp Nou) como el guardián de su portería.
¿Quién se lo iba a decir a él? El clásico cuento del niño culé convertido ahora en estrella. Tal cual. Tan irreal que parece utópico, pese a que la historia no para de soltar ejemplos en los últimos 20 años. Amor, Guardiola, Ferrer, Sergi, Xavi, Puyol, Iniesta, Valdés y ahora Bojan se encargan de demostrar que la realidad supera a la ficción.
Víctor llegó al club apenas dos meses después de que el "dream team" se coronara en Wembley. En julio de 1992, procedente de una peña azulgrana, la Peña Barcelonista "CINC COPES", aterrizó un niño (tenía entonces 10 años) que no quería ser portero. El mismo que ahora (tres lustros más tarde) ha enterrado tantos viejos mitos que resulta imposible pensar que haya sucedido de verdad.
¿Puede un portero de casa triunfar en el Barça? Sí. Miren a Víctor.
¿Puede un portero de casa estar tanto tiempo en la silla eléctrica del Camp Nou, que ha devorado a ilustres colegas suyos en un santiamén? Pues Sí.
¿Puede ganar la una Copa de Europa siendo la estrella? También. Tomen el video de París-2006 y entenderán que los porteros, y no sólo Belletti, son capaces de ganar finales. O si Henry les concede un par de minutos para explicar aquel partido lo comprenderán mucho antes.
¿Puede ser más criticado por su imagen que por sus manos? Pues también.
Y él, mientras tanto, ni se inmuta.
P: ¿Cómo ha resistido todo eso?
R: Ese es mi carácter. En los momentos malos siempre he tenido mucha confianza en mí mismo. Cuando las cosas no van bien, sale mi energía, mi fuerza, mi carácter, mi vena para querer demostrar que soy capaz de superar las dificultades.
P: ¿Y lo ha cambiado?
R: Creo que sí. Siempre quiero dar más. Mi propia voluntad me obliga a darlo todo porque si no, no estoy satisfecho conmigo mismo cuando estoy en soledad. Soy una persona silenciosa. Mucho. Soy un solitario. Me encanta la soledad. Y cuando me quedo solo, quiero estar tranquilo conmigo mismo, llevar siempre la cabeza bien alta, no quedarme nunca con nada. Darlo todo.
Asi, con espíritu rebelde, que le ha llevado a enfrentarse a quien se pusiera por delante, el portero que no quería ser portero ha echado raíces en el Camp Nou. Imbuido de una extraña fuerza interior, sus manos han enterrado debates que llevaban años prolongándose en un club donde al portero se le mira con recelo. Hasta con desprecio. Se fue Zubizarreta en 1994, perdón, lo despidió Joan Gaspar, en un autocar, después de dejarse las ruinas del "dream team" en Atenas, y el Barça se quedó desprotegido. Desnudo. Esperó tanto tiempo - una década de frustaciones y desengaños - que nunca imagó que podría llegar su heredero.
Víctor, tampoco.
EL ABRAZO
Hace año y medio, en una cita provomida por El Periodico, el discípulo conoció al maestro. O, en realidad, era el maestro quien quería conocer al discípulo. Allí estaban ellos. Víctor, timido como un niño. Andoni, cómplice y elegante. Se veían fundidos en una sola figura. Uno creció viendo al otro sileciar al Camp Nou con esa pose de portero antiguo en un equipo revolucionario y el otro disfruta en silencio cuando toma asiento delante de la tele y ve en Víctor al hijo futbolístico que siempre quiso.
Hablaron de la vida, de la portería, de la soledad, del triufo íntimo (Wembley y París son obra de ambos, aunque la gloria pertenezca a Koeman y Belletti, respectivamente) y de los rituales que se perpetúan con el paso de los años.
"Yo iba de verde porque era el color de Iríbar. ¿Y tú?", le preguntó Andoni a Víctor. "Yo iba así en París porque veníamos de una buena racha", contestó Valdés a Zubi. "En Wembley, Koeman me dijo: Si no es por ti, no ganamos, le confesó el mestro." "Rijkaard apostó por mí y por eso en París me abracé a él", recordó el discipulo.
Detras de las lágrimas de Belletti, quedó ese abrazo del niño que no quería ser portero al entrenador que le llevó hasta el lugar que jamás imaginó ocupar. Y ahí anda jugando, con las manos -"no son muy fuertes, por aquí tengo algún dedo torcido" recuerda- disfrutando de un sueño al que no quiere poner fin.
P: ¿Qué significa Rijkaard para usted?
R: Llevado un poco al terreno militar, el míster es para mí el general. Y con el general hay un respeto más que máximo. Cuando le tienes tanto respeto a una persona, no hace falta que hables con ella. Con la mirada le entiendes, con la mirada sabes lo que quiere de ti. En los momentos críticos apostó por mí. Él y Unzué han sido mis compañeros de viaje en estos seis años que llevamos juntos. Me han ayudado mucho, sobre todo psicológicamente, y me han enseñado mucho.
P: Pero ¿el debate siempre existirá?
R: Lo sé, pero ahora noto que hay confianza por parte de todos. Aunque cuando lleguen los errores, se abrirá ese debate. Un club como el Barcelona no puede escapar a eso.
P: ¿Cómo lo vive?
R: Con motivación, con mucha motivación. Soy consciente de que vivo mi sueño. Ahora quiero progresar en ese sueño. Me siento un privilegiado, sé que son pocos los años que estaré en activo, por eso quiero alargarlos mucho al máximo. Trabajando mucho cada día. No me canso de entrenar, me divierto mucho, me lo paso en grande. Si no entrenase estaría en casa deprimido, como enjaulado.
De esa jaula se escapa a diario el joven que no quería ser portero. El mismo que se desdobla. Hay dos Víctor en uno. "La gente coge la imagen que le venden. No es algo que me preocupe. Lo que me preocupa es que mis amigos estén bien y a gusto con quien es realmente Víctor. Siempre digo que el Víctor Valdés que juega a fútbol no es el Víctor que vive fuera del campo".
Habla de él como si hablara de otra persona, aunque es la misma. " La imagen que doy como jugador puede parecer dura, agresiva, con cierto aire de soberbia en algunos casos. Pero no es así. No es mi caso. Soy una persona muy tranquila, muy sensible con su gente. Y resevado, muy reservado. Siempre estoy a muerte con mi gente. Soy leal y generoso, hasta el punto de olvidarme de mí."